Desde muy joven, Erwing Szokol ha sido consciente de las diferencias que lo separaban de sus pares. Creció en un ambiente donde ser diferente no era algo que se viera con buenos ojos.
Esta conciencia de la «otredad» lo impulsó desde temprano a esconder esas características que lo hacían único, alterando incluso aspectos tan fundamentales como su forma de caminar y de sentarse, en un esfuerzo por encajar en un molde que la sociedad dictaba como el único aceptable.
Esta presión social por conformarse no solo lo llevó a modificar sus comportamientos externos, sino que también desencadenó un proceso de autoengaño. Erwin se encontró mintiendo a quienes lo rodeaban, incluyendo familiares y amigos, y lo que es más doloroso, a sí mismo.
Este período de su vida estuvo marcado por un profundo conflicto interno y una lucha constante por ocultar su verdadera identidad, lo que inevitablemente le causó un gran sufrimiento emocional.
La adolescencia trajo consigo un punto de inflexión significativo en la vida de Szokol. Con las hormonas revoloteando y la piel de gallina ante la aceptación de su orientación sexual, Erwin comenzó una búsqueda intensa por respuestas que validaran su naturaleza.
Se sumergió en libros y otras fuentes de información, buscando desesperadamente algo que le dijera que lo que sentía era normal y no motivo de vergüenza. A pesar de las barreras que enfrentaba, como la falta de acceso a información confiable y el temor a ser juzgado, perseveró en su búsqueda de aceptación y comprensión.
En su camino, Erwing se topó con una fuente inesperada de inspiración: un informe sobre derechos humanos que por primera vez abordaba temas de orientación sexual e identidad de género en Paraguay.
Este documento no solo le ofreció un reflejo de su propia experiencia, sino que también le permitió entender los daños prolongados causados por la dictadura en su país y la persecución específica hacia las personas de la disidencia sexual. Este descubrimiento fue crucial, pues lo llevó a comprender que sus experiencias personales eran el resultado de una estructura política y social más amplia que seguía impactando vidas hasta el día de hoy.
Con este nuevo entendimiento, Erwing se convirtió en un activo defensor de los derechos humanos y comenzó a abogar por la necesidad de regular el artículo 46 de la Constitución Paraguaya, que prohíbe la discriminación.
Su activismo se extiende más allá de la comunidad LGBT, abarcando a mujeres, comunidades indígenas, personas con discapacidad, entre otros. Szokol entiende que la lucha por los derechos humanos es inclusiva y que todos, independientemente de nuestras diferencias, merecemos ser tratados con igualdad, dignidad y respeto.
El mensaje de Erwing Szokol es claro: la discriminación no se limita a los actos de exclusión o agresión visible, sino que se manifiesta más profundamente en la negación sistemática de derechos. En su lucha, él nos recuerda que todos tenemos un papel que desempeñar para garantizar que la igualdad y la justicia no sean solo ideales, sino una realidad tangible para todos.
Este compromiso con la igualdad es un llamado a la acción para todos nosotros, para trabajar unidos en la construcción de un mundo donde, a pesar de nuestras diferencias, todos podamos vivir con dignidad y libertad.
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