En Paraguay, un país donde las vacas superan en número a las personas, la relación entre el medio ambiente y el desarrollo humano ha llegado a un punto crítico.
El crecimiento del ganado bovino, que superaba los 14 millones en 2020, ha impulsado una transformación drástica del paisaje natural. Extensas áreas de bosque han sido despejadas para convertirse en pastizales, un cambio que no solo afecta la biodiversidad local, sino que también contribuye al calentamiento global y al cambio climático.
Este panorama plantea desafíos severos pero también abre una ventana a la reflexión y acción colectiva, como lo demuestra la experiencia transformadora de una joven paraguaya.
Sarita Seux, inicialmente escéptica sobre el cambio climático y reacia a los cuestionamientos de los ambientalistas, experimentó un cambio radical en su percepción tras ver un documental que, aunque más tarde descubrió que no era completamente preciso, la hizo reconsiderar sus prioridades. La comprensión de que el cambio climático es una compleja red de intereses políticos y económicos, junto con su impacto ambiental devastador, la motivó a estudiar ingeniería ambiental y a convertirse en una activista.
Como parte de su activismo, Sarita se unió al movimiento estudiantil «Fridays for Future», inspirado por Greta Thunberg. Este movimiento busca no solo aumentar la conciencia sobre los problemas climáticos, sino también presionar a los líderes políticos y empresariales para que adopten medidas alineadas con los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático.
En Paraguay, este movimiento ha ganado fuerza, organizando movilizaciones y creando plataformas para que más jóvenes se eduquen y se involucren en la lucha contra la crisis climática.
La vulnerabilidad de Paraguay ante el cambio climático se manifiesta en una serie de desafíos ambientales que incluyen sequías prolongadas, olas de calor extremas, incendios forestales y ríos cada vez menos caudalosos.
La ausencia de políticas públicas adecuadas para enfrentar estos retos hace que la situación sea especialmente precaria. Este contexto ha hecho que Sarita y muchos otros jóvenes sientan una urgencia aún mayor por actuar y abogar por un enfoque más justo e integral en la política ambiental.
El llamado a la acción de Sarita se centra en la esperanza de que la participación ciudadana pueda generar cambios significativos. Subraya la importancia de seleccionar representantes que realmente busquen el bien común y destaca la necesidad de políticas que no solo aborden la crisis climática de manera efectiva, sino que también promuevan la equidad social.
A través de su trabajo con «Fridays for Future«, intenta demostrar que la unidad y la movilización son herramientas poderosas contra la división y la desinformación que a menudo dominan el debate público sobre el clima.
Además de su activismo, Sarita enfatiza la relevancia de la educación y la formación en su lucha. Mientras que su trayectoria académica en ingeniería ambiental la ha equipado con conocimientos técnicos, también es consciente de que no es necesario ser un experto para contribuir a esta causa.
En Paraguay, numerosas organizaciones y comunidades ofrecen cursos y talleres que capacitan a las personas para enfrentar la crisis climática, permitiendo que una gama más amplia de ciudadanos participe activamente.
La historia de Sarita Seux es un claro ejemplo de cómo la percepción individual puede transformarse y, a su vez, catalizar un movimiento colectivo en busca de un futuro sostenible. Resalta que el cambio comienza con el individuo, pero se amplifica a través de la colaboración y el compromiso colectivo.
Su mensaje es una invitación a todos, no solo en Paraguay sino en todo el mundo, a sumarse a la lucha contra el cambio climático, ya sea a través de la acción política, la educación o simplemente adoptando hábitos de consumo más responsables.
La batalla contra el cambio climático en Paraguay es un reflejo de una lucha global, pero también es una muestra de cómo el activismo, la educación y la política pueden converger para crear un impacto duradero.
Mientras enfrentamos una de las mayores amenazas a nuestra existencia, historias como la de Sarita y el movimiento que ella representa nos recuerdan que la esperanza no solo es posible, sino que es una fuerza necesaria para impulsar el cambio hacia un mundo más justo y sostenible.